Uno de los países más pobres de la Unión Europea presume orgulloso del laboratorio que promete hitos revolucionarios

31 de marzo de 2024, 4:00 AM
31 de marzo de 2024, 4:00 AM


“¿Preparados? ¡Señal enviada!”. En la sala de control de un centro de investigación en Rumania, Antonia Toma activa el rayo láser más potente del mundo, que promete hitos revolucionarios en la medicina o el espacio.

El sistema es capaz de alcanzar un pico de 10 petavatios (una unidad de potencia equivalente a mil billones de vatios) en un tiempo ultrabreve, del orden del femtosegundo (la milbillonésima parte de un segundo).

Ante una pared de pantallas con los rayos luminosos, la ingeniera de 29 años y directora de tiro del centro de investigación verifica una serie de indicadores antes de lanzar la cuenta atrás.

La cadencia de tiros efectuados contra los objetivos situados en cámaras de experimentación es actualmente muy elevado: de 30 a 40 tiros diarios.
Un trabajo “estresante, pero también muy gratificante”, vistos los equipos de investigación que llegan de mundo entero para probar este equipamiento único, explica Toma durante una visita de prensa organizada en estas instalaciones en las afueras de Bucarest. 

Joya tecnológica
Al otro lado del cristal, largas hileras de cajas rojas y negras albergan dos cadenas láser. 

Dentro se encuentra una proeza tecnológica: cristales de zafiro de titanio que se activan por una bomba óptica para emitir el rayo láser, cientos de espejos de todos los tamaños, redes de difracción revestidas de oro...

Hicieron falta “varias decenas de millones de euros, 450 toneladas de material” y una minuciosa instalación para “lograr este nivel excepcional de rendimiento”, detalla Franck Leibreich, responsable de actividades láser para el grupo francés Thales que opera el sistema.

Este país, de los más pobres de la UE, presume orgulloso del edificio, equipado con paredes antivibraciones, que requirió una inversión de 320 millones de euros ($us 345 millones) financiados principalmente por Bruselas.

Sin embargo, la construcción de una unidad de producción de rayos gama tuvo problemas y no se terminará hasta 2026. 

“Un paso enorme”
Recorriendo la enorme sala de un suelo blanco inmaculado, el Nobel de Física de 2018 Gérard Mourou se dice “muy emocionado” ante la “increíble odisea” de este proyecto: se ideó en Estados Unidos, donde vivió 30 años, y se concretó en Europa en los años 2000 en el seno del programa ELI (Extreme Light Infrastructure). 

“Partimos de una pequeña semilla de luz con muy, muy poca energía, que va a ser amplificada millones y millones de veces”, explica el científico francés que, a pesar de sus 79 años y su pelo canoso, mantiene el aspecto de niño maravillado ante el “paso enorme alcanzado” y las “fenomenales potencialidades” esperadas.

Esta técnica, llamada Amplificación de Pulso Gorjeado (CPA), la desarrolló en medio de los 1980 con la investigadora canadiense Donna Strickland, también Nobel de Física en 2018. Consiste en extender el pulso láser, amplificarlo y luego comprimirlo.

Además de contribuir a la física del vacío o de los agujeros negros, los trabajos de estos dos científicos han permitido operar a millones de personas que padecen miopía o cataratas.